NOSTALGIA (la de Tarkovsky y la mía)
Anoche fui a ver Nostalghia, una película de Andrei Tarkovsky lanzada en 1983 pero restaurada en 4K este año. Es por eso que el Film Forum de Nueva York la puso nuevamente en su cartelera. Como amante del cine me debería de dar pena decir que es mi primera Tarkovsky. Pero las cosas una las ve cuando las tiene que ver y como las tiene que ver. Yo particularmente quería disfrutar de su trabajo en la oscuridad de un cine, así que invité a una amiga nueva (que se siente como amiga de siempre) y nos sentamos a ver la vida pasar según el poeta ruso de Tarkovsky. Resulta que este poeta andaba en Italia tratando de escribir la biografía de un músico, pero se encuentra con un loco que desvía su misión original, llevándolo por un camino más forzado. Para entender eso tendrán que llegar al final de la película laboriosamente y ver qué tanto logra el poeta con su vela. Soy críptica en la descripción a propósito, quisiera que les encuentre cuando les toque.
Lo cierto es que en Nostalghia el poeta debe entender las acciones del loco. Y solo a un poeta se le ocurriría pensar que tal vez un loco está lleno de sabiduría. Solo el poeta siente curiosidad por el loco. Es una historia vieja, pero que no deja de fascinarme. Bueno, luego de salir del cine noté que me movía en cámara lenta. Sentía la brisa dulce de la primavera neoyorquina a la vuelta de la esquina y sentía su caricia un poquito más sobre mis mejillas, sentía como el viento me despeinaba sin que yo pudiera hacer mucho al respecto. ‘Oh, se me pegó la lentitud de Tarkovsky,’ pensé.
Al llegar a mi casa en estado Tarkovskiano, hice lo que siempre hago después de ver algo que me intriga. Me puse a leer más sobre el artista y encontré que un crítico del director Ingmar Bergman dijo de su película Autumn Sonata algo así como: ‘Bergman hace a Bergman.’ Parece que al escuchar esto, Bergman estuvo de acuerdo con el crítico y aprovechó la oportunidad para meter en la misma balsa acusatoria a Tarkovsky (a pesar de ser su fan), a Fellini y a Buñuel. La idea del crítico es que Bergman había caído en la repetición con cada uno de sus films. Entonces estos artistas no eran más que una especie de ‘karaoke de sí mismos.’ Esto de ‘self-karaoke’ me hizo reír al principio. Y luego lo asocié con la sensación que me dejó Nostalghia. ‘La humanidad está cayendo en esto.’ Nos estamos repitiendo con las mismas historias de autodestrucción que hemos tenido desde tiempos inmemoriales.
Digo esto porque sin saber, fui a ver esta película en la que hay una escena muy parecida a la realidad. Una escena que más notoriamente acaba de suceder hace más de una semana en territorio estadounidense. Una que implica a un ‘loco,’ al fuego, y a la apatía nacional. En la escena de Tarkovsky todos miran al loco y nadie dice nada. En la escena de nosotros también. Solo miramos desde nuestros teléfonos.
Nuestra apatía colectiva me ha llevado a cuestionarme el rol del arte y el corazón en estos tiempos. En la mañana antes de ver la película había escrito mientras caminaba al metro: I’m concerned with matters of the heart. A heart that’s connected to the intellect. With how we show up in the world and why. Y parece que esta preocupación era la misma de Andrei. En una entrevista dijo, tenemos que usar nuestro tiempo en la tierra para mejorarnos espiritualmente. Eso quiere decir que el arte debe servir ese propósito.
Estas preocupaciones parecen ser universales para un cierto tipo de gente. En su famoso discurso Más allá de Vietnam, el Dr. Martin Luther King Jr. señaló sabiamente:
Una nación que año tras año continúa gastando más dinero en defensa militar que en programas de levantamiento social está acercándose a la muerte espiritual.
Esas palabras las dijo el 4 de abril de 1967 en la iglesia Riverside de Nueva York. Ese mismo día Andrei Tarkovsky cumpliría 35 años. Al conseguir esta coincidencia me pregunté si Andrei alcanzó a escuchar al Dr. King. Me pregunté si tuvo algo que ver con el discurso de Domenico, su loco en Nostalghia. En donde luego que ponernos a esperar y a esperar con escenas largas y de gran belleza, la cámara de Andrei nos muestra a un público curioso pero carente de movimiento. No pueden dejar de ver y escuchar a un Domenico desesperado, pero claro, que montado sobre la estatua de un caballo grita, entre tantas otras verdades:
¡Debemos llenar los ojos y los oídos de todos nosotros con cosas que son el principio de un gran sueño. Alguien tiene que gritar que construiremos las pirámides. No importa si no lo hacemos. Debemos encender ese deseo y estirar las esquinas de nuestra alma como una sábana sin fin!
Este fin de semana mientras comulgaba con el diario de mi mamá noté que escribió:
El corazón es el epicentro de la verdad, partir de allí y luego ver más allá de él para proyectar la verdad que emana de él. No creas que vas a quedarte sentada en tu hogar, tendrás que salir a buscar la forma de trabajar en pro de tu patria. Los que tienen conocimiento de la luz tendrán que trabajar arduamente para que puedan lograr el equilibrio en los seres. No será fácil pero tampoco estarán solos, en esa batalla final habrán seres de luz.
Hoy, por Nostalghia o nostalgia, sus palabras me resuenan con lo que nos sucede actualmente — con la llama de luz que trata de proteger el poeta ruso de Tarkovsky. Una llama que no era de él, si no de Domenico, una llama que no era del loco, si no la de su sabiduría a muerte. Esa sabiduría ancestral y repetida que le decía que esa luz es la llama del mundo. Y que hay que intentar ir paso a paso, contra viento, contra desequilibrio, contra nuestra misma torpeza, de protegerla de una extinción total. Así nos cansemos de volver a comenzar, los locos y los poetas también debemos repetirnos por el camino del corazón, arropados de oscuridad pero con esa fé extraña que dice no te entregues a ella.