agave
Nunca imagine que algun dia de mi vida estaria rodeada de Agave Azul con un volcán de testigo en hectareas que se extienden mas allá de la visión con esa planta sagrada que da dulces, papel, tequila y define gran parte de la cultura de un país.
Como todo lo que parece valer algo en esta existencia, mi experiencia se hizo esperar, como lo hace un buen tequila. Estando frente al Agave, me di cuenta que el ser humano sin paciencia nunca conseguiria nada bueno. Es una virtud dificil de adquirir, pero ahora, más que nunca, estoy convencida que es la más importante en la que trabajar todos los dias.
Cuando nos tomamos un tequila, es seguro que ni pensemos de donde vino, como se hizo, o que el proceso es labor de muchas personas empezando por los grandes “jimadores” que plantan, podan, cuidan y miman al Agave desde que tocan la tierra volcánica. Lo mismo cuando nos comemos una ensalada llena de vegetales que tienen historia, pero no la sabemos, esos alimentos vienen llenos de un colmado de paciencia, que indirectamente nos deben transmitir aunque sea un poquito de ella para tal vez no explotar en la fila del banco.
Especialmente el tequila es una obra de sudor y espera. Los agaves son sembrados, y dia tras dia, los jimadores madrugan con el sol en los campos para hacerles mantenimiento. Uno cualquiera puede incluir hacer “cortes de pelo” a los agaves. Desde el estilo “farolito,” donde se cortan solo las puntitas de sus pencas, o tipo “arbolito” si deben podarse mas para crecer sanos, o el punketo “castigado” que deja a la planta un poquito avergonzada, pues sus extremidades son devoradas por la coa –uno de los tantos instrumentos de los jimadores. O tal vez, sea un dia de apartar a los “hijuelos” de las plantas madres para ser examinados y determinar si algun dia podran dar una buena “piña,” el centro que queda de la planta luego del corte de pelo final que los enviara al horno, un paso mas cerca a ser el elixir Mexicano. Una fulminante manchita marrón con matices rojos en la base del hijuelo determina si el candidato va a la horneada, o se convertira en fertilizador, un rol no menos importante.
Una de las cosas mas lindas de la cultivación de agave es que todo regresa de alguna manera u otra a la tierra de la que salió. Ni siquiera los retazos que sobran despues de los cortes de pelo se pierden, ellos tambien tienen su misión, hacer crecer a los demás. Sera posible ver nuestras más dolorosas experiencias así? Cuando se nos caen retazos, a donde van? Sera que no son mas que fertilizantes que regresan a nuestra alma a remendar los vacios? Me pregunto: Cuando los agaves sembrados sienten a los fertilizadores, los reconoceran como la parte de ellos que alguna vez fue? Sentiran que no hay separación y que todos son lo mismo? Y sería posible que lo mismo ocurra con nosotros los humanos?